La imposición directa no estaba bien desarrollada en la Antigua Grecia. Existía un impuesto llamado eisphora (εἰσφορά) que se imponía a los muy ricos, pero que sólo se recaudaba cuando se necesitaban los fondos (normalmente en tiempos de guerra). Las grandes fortunas también estaban sometidas a las liturgias, que consistían en la obligación de financiar las obras públicas. Podrían consistir en el mantenimiento de un trirreme, un coro durante un festival de teatro o un gimnasio. En algunos casos el prestigio que acarreaba llevar a cabo estas acciones servía para atraer a los voluntarios. En otros casos se trataba de una donación obligatoria.
Por otra parte, los impuestos indirectos eran bastante importantes. Se imponían impuestos sobre las casas, los esclavos, el ganado y animales domésticos, el vino y el heno, así como sobre otros productos. El derecho a recolectar esos impuestos solían transferirse a los publicanos, o telônai (τελῶναι). Sin embargo, esto no era así en todas las ciudades: las minas de oro de Tasos o los impuestos sobre el comercio de Atenas les permitían eliminar esos impuestos indirectos. Otros grupos dependientes como los penestes con respecto a Tesalia o los hilotas con Esparta pagaban los impuestos a la ciudad estado a la que se encontraban sometidos.
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